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sábado, 27 de abril de 2013

Quien habla, también sueña.


El yo que habla y el yo que siente, ¿somos el mismo?
¿Somos un único yo que habla y siente? ¿O somos dos yo distintos?
El yo que sueña y el yo que duerme, ¿somos el mismo? 
¿O somos simplemente dos extraños que se juntan en un mismo sitio y a penas se conocen?

¿Por qué poco me acuerdo de lo que le sucede al yo que sueña? 
¿Acaso él se acuerda de lo que le sucede al yo que piensa?
¿A donde va el yo que habla cuando despierta el yo que sueña? 
¿A donde va el yo que sueña cuando despierta el yo que piensa?

Yo que habla y piensa.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Sueños


Hace ya algún tiempo me entristece despertar. El sentimiento de vacío producto del descubrimiento de que todo lo vivido hace unos instantes no era más que un sueño, me duele en el pecho.
Hace ya algún tiempo los sueños me atraen más que la “realidad”. Tampoco creo que podemos afirmar que los sueños no son reales, porque sino ¿qué son? Creo que el sentimiento de vacío es comparable al que uno siente después de terminar un buen libro, o al llegar a los créditos de un gran largometraje. Sin embargo, el que siento al despertar es, por mucho, más intenso. Tal vez la diferencia radica en dos cosas: en un sueño el sujeto principal involucrado soy Yo y al sueño uno lo vive como si fuera “real”.
Más de una vez confundí el recuerdo de un sueño con el recuerdo de algún hecho. Por ejemplo, el recuerdo de haber conversado con alguien. En los sueños, uno interactúa con otros. Uno conversa, se rie, juega, comparte situaciones y momentos con otros. Esos otros suelen ser conocidos “reales”. Sin embargo no son más que nuestra propia mente disfrazada.
Lo extraño es que uno no se da cuenta de eso hasta que despierta, por lo que a lo largo de todo el sueño uno cree que todo lo que vive es real.
Más de una vez soñé que sucedía algo que yo ansiaba fervientemente que suceda,  le contaba algo que tenía para contar a alguien, o me encontraba en algún lugar o situación perfectos. Todas estas alternativas son positivas. Es imposible no estar feliz por el sueño: sucede lo que quiero que suceda, digo lo que tengo que decir, aparezco en lugares anhelados o situaciones perfectas… definitivamente el sueño le gana a la “realidad”. Es un mundo perfecto.
No obstante, es cierto que uno puede sufrir un sueño. Hay sueños que uno no disfruta mientras los sueña y no puede dejar de desear que llegue a su fin para luego despertar y serenarse con la frase “Ah, era sólo un sueño!”. En estos casos no me entristece que haya finalizado, al contrario, me alegra. De todos modos, si bien puede parecer que prefiero no tener estos sueños, en verdad también me gustan. Por lo general me sirve para vivir esas situaciones que no quiero vivir o encontrarme en esos lugares donde no quiero estar. Me sirven para tener una idea de cómo son aquellas experiencias, aunque esa idea no sea muy cercana a la realidad.
Además de todas las características que ya mencioné, el psicoanálisis le brinda un plus a los sueños. Uno puede analizar un sueño que recuerde. Eso le permite jugar un poco con ese recuerdo y sentir que todo aquello que uno vivió mientras dormía no fue en vano. Por el contrario, uno le encuentra una utilidad al sueño. Se usa al mismo como si fuera un mensaje de la inconsciencia a la consciencia. Es posible descubrir pensamientos ocultos dentro de nuestra propia mente. De este modo, nuevamente uno suele agradecerle al sueño.
De todas formas, yo hace ya un tiempo que prefiero no analizar mis sueños. En su momento solía anotarlos a penas despertaba, pero es una práctica que dejé atrás. Prefiero olvidarlos y quizás en alguna situación recordar alguna parte más o menos significativa. Esta decisión me permitió vivir a los sueños de otra forma. Al despertar, siempre me acuerdo del sueño o los sueños que tuve, y siempre siento el vacío profundo; siempre hago una recorrida por el recuerdo, y luego me levanto dejándolo atrás. Tal vez la razón por la que elijo hacer esto sea que prefiero que el sueño quede como algo que sucedió porque sí, y no algo que sucedió con algún fin o utilidad “real”. Prefiero que el sueño sea un buen recuerdo, y no un material científico para ser posteriormente analizado. 

domingo, 9 de septiembre de 2012

Tiempo


En nuestra cultura el tiempo está dividido en bloques. Muchos Bloques. Tantos que no puedo pensar en el tiempo sin pensar en bloques. Siempre que pienso en el pasado me organizo con bloques temporales. Años, Meses, Días, Horas. Siempre que pienso en el futuro me organizo con bloques temporales. Años, Meses, Días, Horas. Si pienso en el presente lo sitúo en un bloque. Año, Mes, Día, Hora.
¿Por qué sentimos que el tiempo pasa rápido? ¿Por qué tenemos metido en la cabeza que el tiempo tiene una "duración" determinada?
"Este año se me pasó volando". A lo mejor tiene que ver con que el bloque al que llamamos "Año" no es tan largo como sentimos que debería ser..
Yo siempre considero que se me pasó volando el año, y es porque de golpe me encuentro en el año siguiente recordando vivencias del año anterior y las siento muy cercanas, "como si hubiera sido ayer"..
Uno puede hablar de algo "largo" cuando lo compara con algo "corto", y si siempre siento que los años son "cortos", ¿porque tengo la necesidad de expresarlo? Uno no va por ahí diciendo "el agua está mojada", porque no hay necesidad, ya que no hay "agua seca". Uno habla de agua y ya se la imagina "acuosa"...
Sin embargo cuando hablamos del paso del tiempo tenemos esa necesidad de expresar si lo sentimos "corto" o "largo", "rápido" o "lento". Pero yo siempre siento que los años duran "poco" y que pasan "rapido", entonces, ¿por qué sigo diciendolo? ¿Por qué necesito confirmármelo cada vez que me doy cuenta? A lo mejor tiene que ver con que nos meten en la cabeza que los años "duran mucho", o quizas porque en algún momento de mi vida, que ahora no recuerdo, sentía que los años efectivamente eran mas "largos"..

sábado, 28 de enero de 2012

El Hombre y la Vida

Por naturaleza, los hombres nacen, se desarrollan, crecen, se reproducen, y mueren. Todos los hombres del mundo tienden a cumplir el mismo ciclo, así como la mayoría de los animales. El único sentido que tiene la vida es ser vivida. Y para ello hay que postergar la finalización de la misma, es decir la muerte. En otras palabras, hay que sobrevivir. Esto se puede apreciar con facilidad en los animales, ya que lo único que hacen en su vida es buscar la forma de obtener los recursos necesarios para sobrevivir y escapar de los peligros. Sin embargo, hay un gran número de hombres  que no necesitan preocuparse por conseguir los recursos, ya que tiene todos al alcance de sus manos.
Si bien hay una gran cantidad de personas que carecen de los mismos, otra gran cantidad los controla como desea.  Eso provoca que dichas personas pierdan la necesidad esencial de conseguir los recursos necesarios, y eso los lleva a tener una gran cantidad de tiempo libre. En el “mundo occidental” una gran parte de estas personas suele tener un trabajo con el que ganar dinero e intercambiarlo por aquellos recursos que no tuvo que conseguir con sus propias manos, sino que fue conseguido por las manos de otro. Es decir, que una persona para comer un cerdo no necesita cazar un cerdo, como haría un puma, sino que puede hacer muchas otras cosas, como escribir, cantar, bailar, pintar, construir, reparar, ayudar, y demás. Claramente la relación entre dichas tareas y comer un cerdo es tan poco obvia que puede costar comprenderla.
Como todo, esto tiene su lado positivo y su lado negativo. Por un lado, el Hombre puede hacer lo que le gusta en lugar de tener que ocuparse de cazar un cerdo. Pero por otro lado, eso lleva a que el principal sentido de la vida pierda fuerza, ya que uno no debe ocuparse de “sobrevivir” del mismo modo que los demás animales, sino que debe ocuparse de conseguir alguno de esos recursos que están al alcance de sus manos de una forma más indirecta. Es verdad que en ese “ocuparse”, el Hombre occidental debe trabajar aunque no lo desee, pero por algo hace eso y no sale de cacería cuando perfectamente podría hacerlo. Aparentemente el Hombre prefiere trabajar unas horas, (algunos más, otros menos, algunos más contentos, otros menos) y así conseguir los recursos, en lugar de ocuparse de conseguirlos de una forma directa.
El Hombre, entonces, se ve obligado a ganar dinero para poder luego canjearlo, y en eso se basa su “supervivencia”. Al ser una tarea mucho más simple que la de los demás animales, el Hombre comienza a plantearse que uno puede hacer muchas otras cosas. Entre ellas se incluye el entretenimiento. El Hombre puede escoger una forma de conseguir dinero que le resulte “divertida” o puede efectuar tareas de gozo en los tiempos libres. El Hombre puede decidir qué hacer o qué no hacer para estar Bien. Y aquí surge el término “felicidad”. En esa elección el Hombre piensa en qué es lo que más le gusta, qué es lo que mejor le hará y demás, y así de a poco comienza a decirse que el único sentido de la vida es “ser feliz”, cuando por naturaleza no lo es.
De esto último se desprende la descripción del Hombre cómo un ser “libre”, ya que tiene la capacidad de decidir. Pero, ¿hasta qué punto es esa descripción cierta?
El Hombre no es capaz de hacerse el Mal a sí mismo, ya que si decidiera hacerlo y cumpliera, estaría al final haciéndose un Bien al cumplir su deseo. El Hombre que se auto flagela lo hace porque quiere, por lo que se está haciendo un Bien, o en otras palabras, hace lo que cree que lo hará feliz. De esta forma, el Hombre no es tan libre cómo cree, ya que está condenado a hacerse el Bien.  
Tampoco tiene sentido hablar de libertad si pensamos en las limitaciones naturales. Por ejemplo, un Hombre que quiere vivir, pero no desea alimentarse, o muere o se alimenta a la fuerza, pero no puede cumplir su deseo.
La complicación es que al ir perdiéndose el objetivo esencial de sobrevivir, el Hombre consigue una gran cantidad de tiempo para pensar en la vida, en lugar de vivirla directamente. Eso puede llevar a que el Hombre descubra que la vida carece de “sentido”.
¿Para qué me voy a preocupar y ocupar en sobrevivir o ser feliz, si al final me voy a morir? Si bien yo creo que la Felicidad es una utopía (opino que hay lapsos breves de felicidad, que se dan cuando uno cumple un deseo, pero la Felicidad propiamente dicha no existe), otros consideran que no lo es, y por eso constantemente la buscan. Pero al final todos van a morir, aquella persona feliz como aquella infeliz. Y cuando se mueran, la felicidad terminará. La vida terminará.
Eso lleva a nuevas preguntas, como: ¿Por qué vivir una vida sin sentido? ¿Por qué no morirse ahora mismo y acelerar el proceso? ¿Por qué sufrir o preocuparse si no llevará a nada?
A mí se me ocurren 2 respuestas posibles. O bien esos breves instantes de felicidad valen más que cualquier sufrimiento, o bien le temo a la muerte. Personalmente me inclino hacia la segunda respuesta, y con alegría. El temor a la muerte nace del instinto natural de supervivencia. Deseamos escapar a la muerte porque entendemos que allí termina la vida. Los animales también lo entienden, y por eso también le temen y buscan escaparle.
Esto me lleva al pensamiento de que no hay idea capaz de ganarle al instinto natural. Podemos creer que hay vida después de la muerte o no creer. Pero siempre le tendremos temor y tenderemos a escaparle. Uno podría no entender al que cree que después de morir va al paraíso y no se suicida, ya que sería lógico saltearse la vida, la cual incluye alegrías pero también mucho sufrimiento, e ir al mismo. Por algo no lo hace. Le teme a la muerte. Y ese temor a la muerte se justifica con el creer que los instantes de felicidad valen más que los de sufrimiento. En el paraíso es todo felicidad, por lo que si me aseguraran que existe, yo dejaría la vida e iría al mismo. Pero al no saberlo, temo a lo desconocido y permanezco vivo.
Surge a su vez el concepto “egoísmo” o “egocentrismo”. Cada cual piensa en sí mismo y para sí mismo. Cada cual toma sus propias decisiones para hacerse un Bien a sí mismo. Como queremos sobrevivir y escapar a la muerte, cada uno piensa en su propio ser. Esto también es instintivo.
Cuando se habla de “empatía” muchas veces se cree que es un “acto noble” en el que uno pone al otro por encima de sí mismo. ¿Pero es esto cierto?  Si yo hago algo por el otro, ¿lo hago únicamente para satisfacer a ese otro o porque su satisfacción me satisface? Aquel que decide sacrificar su propia vida para rescatar a una persona cuya vida corre riesgo, al fin y al cabo lo hace para él mismo. Es verdad que busca ayudar a un tercero, pero en esa ayuda está satisfaciendo un deseo propio, una decisión propia. Existe la empatía,  pero va de la mano del egocentrismo. Aquel que piensa en otro, piensa en otro porque le hace bien pensar en otro, y no al revés.
Cuando pienso en el suicidio o en la gente que se suicida, no puedo evitar pensar en lo que ese evento produce en las personas que rodean a aquella persona que se mata a sí misma. Esas personas que sienten afecto por el hombre que comete el acto suicida sufrirán, y posiblemente tengan inconvenientes para seguir adelante con sus propias vidas. De este modo, una persona puede llegar a pensar en el mal que su suicidio generará en las personas que lo rodean y sentirse mal;  eso es empatía. Así, esta persona podrá elegir no quitarse la vida para no dañar a los que lo rodean, porque eso le haría mal. Y si bien una vez muerto ya no podría sentirse mal y no tendría de qué preocuparse, no tiene certeza de que no haya vida después de la muerte. Y por miedo al arrepentimiento, por miedo a la culpa, ese hombre seguirá vivo; y los demás seguirán vivos a su lado, siendo felices con lapsos de infelicidad, o infelices con lapsos de felicidad. (Nuevamente, me inclino por la segunda).

 Saludos.

jueves, 22 de diciembre de 2011

"Narciso y Goldmundo", Hermann Hesse

Otro buen libro...

"Veía a las mujeres y mozas que iban al mercado; detúvose un buen rato junto a la fuente del mercado del pescado observando cómo los pescaderos y sus robustas esposas exponían a la venta y ponderaban su
mercancía, cómo extraían de sus dornajos y ofrecían a la venta los peces fríos y plateados, y cómo los peces se entregaban a la muerte con las bocas doloridamente entreabiertas y los ojos de oro angustiosamente fijos, o bien se resistían a ella con violencia y desesperación. Según le había sucedido en otras ocasiones, sintió compasión de aquellos animales y un triste disgusto de los hombres; ¿por qué eran tan rudos e insensibles, tan inconcebiblemente necios y estúpidos?, ¿por qué no veían nada, ni los pescaderos y pescaderas ni los compradores  regatones?, ¿por qué no veían aquellas bocas, aquellos ojos espantados ante la muerte y aquellas colas que batían con furia?, ¿por qué no veían aquella lucha terrible, inútil, desesperada, aquella insoportable transformación de los misteriosos animales de maravillosa  belleza,  y cómo, en la piel moribunda, se estremecía el último suave temblor y luego se quedaban muertos, apagados, tendidos, lastimosos trozos de carne para la mesa del complacido comilón? ¡Nada veían aquellos hombres, nada sabían  ni advertían, nada les conmovía! Les era indiferente que un pobre y gracioso animalillo reventara ante sus ojos o que un maestro reflejara en la cara de un santo toda la esperanza, toda la nobleza, todo el sufrimiento y
toda la oscura y ahogadora angustia de la vida humana, hasta el escalofrío; ¡Nada veían, nada les impresionaba! Todos estaban entregados a sus diversiones o quehaceres, se daban importancia, se daban prisa, gritaban, reían y regoldaban, hacían ruido, hacían chistes, ponían el grito en el cielo por dos ochavos, y todos se sentían satisfechos, y en paz consigo mismos y contentos del mundo. ¡Y eran unos cerdos, ah, mil veces peores y repugnantes que cerdos! Es verdad que él había estado a menudo con ellos, se había sentido alegre entre iguales, había andado  tras las faldas, había  comido riendo y sin horror pescado frito. Pero una y otra vez, con frecuencia de repente, como por ensalmo, habían huido de él la alegría y la tranquilidad, una y otra vez se había derretido aquella ilusión grasa y gruesa, aquel engreimiento, aquella arrogancia y perezosa tranquilidad del alma, y ello lo había arrastrado a la soledad y a la meditación, a la peregrinación, a la reflexión sobre el sufrimiento, la muerte, la vanidad de todo quehacer, a clavar la mirada en el abismo."

sábado, 12 de noviembre de 2011

Filosofía

El Hombre, en su afán por explicar fenómenos que no comprende, descubre perpetuamente preguntas que no puede responder apelando a sus conocimientos. Esto, si bien en un principio parece no hacerle bien al Hombre, es lo que le permite seguir viviendo con dinamismo, ya que se encuentra en la constante e interminable búsqueda de la Verdad. Un Hombre con respuestas es como un océano sin agua, como un cielo sin estrellas. Un Hombre con respuestas no es Hombre. Sin embargo, al afirmar como cierta esta forma de entender al Hombre, me estaría contradiciendo, y justamente es esto lo que me gustaría resaltar. No estamos seguros de nada. Ni siquiera de que no sabemos nada.
Es esta interminable paradoja la que nos empuja constantemente hacia adelante. Cada cual decide como encararla. Cada cual decide si aceptar este hecho o si escaparle. Pero al final, nadie puede afirmar nada con certeza. Alguno podrá pensar, por ejemplo, que el pasado conocido es algo de lo que uno puede hablar con conocimiento, pero siempre podrá surgir alguna idea surrealista imposible de comprobar, la cual nos dejará mudos. Y si bien uno podrá criticar a esa idea, por falta de fundamentos lógicos o descartarla por ser una idea excéntrica o loca, la misma es tan verdadera como todas las demás ideas, ya que ninguna puede ser comprobada ni refutada.
Es tan real la existencia de un caballo como la existencia de un unicornio. Es tan real la existencia de una persona, como la existencia de un superhombre. Es tan real la existencia de Pegaso, como la existencia de Zeus, o tan real la de un mono como la existencia de un Dios. Nada es comprobable.
Por este motivo existe el consenso. Los Hombres, al no conocer nada sobre la realidad, deben ponerse de acuerdo respecto a ella y definir su infinitud incomprensible. En general todos afirmarán la existencia de un caballo, una persona o un mono, ya que son perceptibles por nuestros sentidos naturales. El problema surge cuando uno habla de unicornios, superhombres, Pegasos o dioses. Nadie puede probar fehacientemente la existencia de ninguno de ellos, o tal vez sí, pero al no poder mostrárselo al resto, dichas ideas pierden fuerza, ya que más difícil será llegar a un acuerdo al respecto. Sin embargo, tampoco pueden ser probadas como falsas, por lo que no dejan de ser ciertas.
Aquí es cuando surgen las opiniones y las creencias. A falta de consenso, las personas comienzan a hablar de sus ideas como verdades personales o subjetivas. De esta forma los Hombres creemos estar más cerca de la Verdad y competimos con el prójimo para imponer nuestra opinión o creencia por sobre la suya. Hay quienes dicen no estar compitiendo sino compartiendo o intercambiando opiniones. De todos modos, yo pienso que en el fondo uno siempre está compitiendo, confrontando y luchando. Gracias a esto existen las discusiones y los debates. Y así nace también la filosofía, cómo un cuestionamiento personal, primero, pero una discusión al respecto después. Un filósofo solitario no sería filósofo, ya que sus respuestas serían las únicas, y por lo tanto serían consideradas por él mismo como verdaderas.
En fin, la Filosofía es inherente a cada persona individualmente, pero para que no quede estancada y avance, se necesitan de muchas personas que intercambien constantemente sus conclusiones acerca de los distintos temas que inquietan al Hombre.

lunes, 29 de agosto de 2011

"The Cove" - El terror de los delfines

Hoy vi una de las películas que más me impactaron en mi vida. "The Cove" muestra la matanza a sangre fría de delfines en una bahía de Japón, filmado con cámaras ocultas entre las rocas. Por año matan alrededor de 23.000 delfines, y otros son vendidos a aquarios como Mundo Marino o Sea World a precios cercanos o superiores a los 150.000 US$. Supuestamente matan a los delfines para comer su carne, pero la realidad es que la cantidad de consumidores de carne de delfín es casi nula (en Japón y en el resto del mundo). Aparentemente suelen vender la carne de delfín como carne de ballena, la cual si tiene un mayor nivel de consumidores en ese país.
La impotencia que me generó esa película es indescriptible. Las ganas de matar, y literalmente matar, a todos esos japoneses no me las puedo sacar de la cabeza. Las escenas en las que muestran la masacre de delfines sobrepasan cualquier tipo de idea que uno pueda tener al respecto. Se los escucha gritar, se los ve luchar por escapar inutilmente, se los ve sangrar hasta teñir toda la bahía de un rojo diabólico... se los ve morir atravesados por harpones y otros tipos de armas.
Yo no se bien que es lo que anda pasando con ese país, pero lo que se es que no puede seguir haciendo lo que viene haciendo. Esta es una de las tantas colaboraciones que el Estado japonés ofrece para destruir el planeta y exterminar a sus habitantes. No les alcanza con matar a más de 20.000 delfines al año, sino que también van a por la ballenas, las orcas y cualquier otro tipo de cetáceo que pueda reemplazar el pescado. Se calcula que para el año 2040 ya no podrán consumir más peces, y están buscando otras especies de las que alimentarse, sin tener conciencia del peligro de extinción que eso conlleva. Sin embargo, tampoco les basta con extinguir especies, van por más. Por eso tras los terremotos y tsunamis, y explociones de plantas nucleares, decidieron arrojar más de DIEZ MIL TONELADAS de agua radioactiva al océano pacífico. El enorme grado de inconciencia del repugnante gobierno japonés es fácilmente apreciable. No sólo contaminan el aire, llenándolo de tóxicos y gases radioactivos, sino que también contaminan el agua, lugar en el que habitan los peces que luego ellos mismo consumen!!! No se cuidan ni a ellos mismos!!
En la película muestran que la carne de delfín tiene altos porcentajes de mercurio, y eso la convierte en sumamente tóxica. Sin embargo, la matanza continúa y mucha gente sigue comiendo carne de delfín sin saberlo.
Uno de los puntos más interesantes del documental, es que el activista que lleva a cabo la iniciativa de defender a los delfines de Japón es nada más y nada menos quien entrenó a los delfines que fueron utilizados para la filmación de la serie estadounidense "Flipper", Ric O'Barry. En la película O'Barry cuenta que durante los entrenamientos de los delfines, logró establecer un vínculo y una conexión muy fuerte, y podía percibir que esos delfines estaban deprimidos, y no querían estar en cautiverio. Cuando uno de los delfines utilizados para la serie muere en sus brazos (según él fue un suicidio, ya que dejó de respirar, y los delfines se encargan de respirar concientemente), Ric se da cuenta de que no está bien seguir teniéndo delfines en cautiverio e intenta liberar delfines de un acuario, siendo, de este modo encarcelado por primera vez. Y así es como arranca su activismo. Surge de un arrepentimiento por haber fomentado la atracción por los delifines, habiendo colaborado en la serie que significó el BOOM de los mismos en acuarios, ya que antes de la serie sólo existían 3 acuarios con delfines.
Es un documental que recomiendo muchísimo y creo que ayuda a tomar conciencia de la realidad que nos toca vivir, conciencia del mundo en el que vivimos. Sirve para entender que hay mucha gente que no piensa en los demás seres del planeta ni en ellos mismos.
Yo no se si esto es realmente cultural en Japón, pero lo que se es que es insostenible. Si todos los japoneses están a favor de esto, no puedo hacer más que desear que la naturaleza se encargue de una vez por todas de esa isla. Si por el contrario, es decisión pura del gobierno, el mismo debe ser expulsado y reemplazado YA MISMO!



La sonrisa del delfín es el mayor engaño de la naturalza. Crea la ilusión de que siempre están felices...” - Ric O'Barry


Si alguien lee esto y quiere comentar algo, opinar o discutir sobre algún punto, que lo haga POR FAVOR.
Saludos.