Visitas

lunes, 17 de diciembre de 2012

Sueños


Hace ya algún tiempo me entristece despertar. El sentimiento de vacío producto del descubrimiento de que todo lo vivido hace unos instantes no era más que un sueño, me duele en el pecho.
Hace ya algún tiempo los sueños me atraen más que la “realidad”. Tampoco creo que podemos afirmar que los sueños no son reales, porque sino ¿qué son? Creo que el sentimiento de vacío es comparable al que uno siente después de terminar un buen libro, o al llegar a los créditos de un gran largometraje. Sin embargo, el que siento al despertar es, por mucho, más intenso. Tal vez la diferencia radica en dos cosas: en un sueño el sujeto principal involucrado soy Yo y al sueño uno lo vive como si fuera “real”.
Más de una vez confundí el recuerdo de un sueño con el recuerdo de algún hecho. Por ejemplo, el recuerdo de haber conversado con alguien. En los sueños, uno interactúa con otros. Uno conversa, se rie, juega, comparte situaciones y momentos con otros. Esos otros suelen ser conocidos “reales”. Sin embargo no son más que nuestra propia mente disfrazada.
Lo extraño es que uno no se da cuenta de eso hasta que despierta, por lo que a lo largo de todo el sueño uno cree que todo lo que vive es real.
Más de una vez soñé que sucedía algo que yo ansiaba fervientemente que suceda,  le contaba algo que tenía para contar a alguien, o me encontraba en algún lugar o situación perfectos. Todas estas alternativas son positivas. Es imposible no estar feliz por el sueño: sucede lo que quiero que suceda, digo lo que tengo que decir, aparezco en lugares anhelados o situaciones perfectas… definitivamente el sueño le gana a la “realidad”. Es un mundo perfecto.
No obstante, es cierto que uno puede sufrir un sueño. Hay sueños que uno no disfruta mientras los sueña y no puede dejar de desear que llegue a su fin para luego despertar y serenarse con la frase “Ah, era sólo un sueño!”. En estos casos no me entristece que haya finalizado, al contrario, me alegra. De todos modos, si bien puede parecer que prefiero no tener estos sueños, en verdad también me gustan. Por lo general me sirve para vivir esas situaciones que no quiero vivir o encontrarme en esos lugares donde no quiero estar. Me sirven para tener una idea de cómo son aquellas experiencias, aunque esa idea no sea muy cercana a la realidad.
Además de todas las características que ya mencioné, el psicoanálisis le brinda un plus a los sueños. Uno puede analizar un sueño que recuerde. Eso le permite jugar un poco con ese recuerdo y sentir que todo aquello que uno vivió mientras dormía no fue en vano. Por el contrario, uno le encuentra una utilidad al sueño. Se usa al mismo como si fuera un mensaje de la inconsciencia a la consciencia. Es posible descubrir pensamientos ocultos dentro de nuestra propia mente. De este modo, nuevamente uno suele agradecerle al sueño.
De todas formas, yo hace ya un tiempo que prefiero no analizar mis sueños. En su momento solía anotarlos a penas despertaba, pero es una práctica que dejé atrás. Prefiero olvidarlos y quizás en alguna situación recordar alguna parte más o menos significativa. Esta decisión me permitió vivir a los sueños de otra forma. Al despertar, siempre me acuerdo del sueño o los sueños que tuve, y siempre siento el vacío profundo; siempre hago una recorrida por el recuerdo, y luego me levanto dejándolo atrás. Tal vez la razón por la que elijo hacer esto sea que prefiero que el sueño quede como algo que sucedió porque sí, y no algo que sucedió con algún fin o utilidad “real”. Prefiero que el sueño sea un buen recuerdo, y no un material científico para ser posteriormente analizado. 

1 comentario:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar