Hace ya algún tiempo me entristece despertar. El sentimiento
de vacío producto del descubrimiento de que todo lo vivido hace unos instantes
no era más que un sueño, me duele en el pecho.
Hace ya algún tiempo los sueños me atraen más que la “realidad”.
Tampoco creo que podemos afirmar que los sueños no son reales, porque sino ¿qué
son? Creo que el sentimiento de vacío es comparable al que uno siente después
de terminar un buen libro, o al llegar a los créditos de un gran largometraje.
Sin embargo, el que siento al despertar es, por mucho, más intenso. Tal vez la
diferencia radica en dos cosas: en un sueño el sujeto principal involucrado soy
Yo y al sueño uno lo vive como si fuera “real”.
Más de una vez confundí el recuerdo de un sueño con el
recuerdo de algún hecho. Por ejemplo, el recuerdo de haber conversado con
alguien. En los sueños, uno interactúa con otros. Uno conversa, se rie, juega,
comparte situaciones y momentos con otros. Esos otros suelen ser conocidos “reales”.
Sin embargo no son más que nuestra propia mente disfrazada.
Lo extraño es que uno no se da cuenta de eso hasta que
despierta, por lo que a lo largo de todo el sueño uno cree que todo lo que vive
es real.
Más de una vez soñé que sucedía algo que yo ansiaba
fervientemente que suceda, le contaba
algo que tenía para contar a alguien, o me encontraba en algún lugar o
situación perfectos. Todas estas alternativas son positivas. Es imposible no estar
feliz por el sueño: sucede lo que quiero que suceda, digo lo que tengo que
decir, aparezco en lugares anhelados o situaciones perfectas… definitivamente
el sueño le gana a la “realidad”. Es un mundo perfecto.
No obstante, es cierto que uno puede sufrir un sueño. Hay
sueños que uno no disfruta mientras los sueña y no puede dejar de desear que
llegue a su fin para luego despertar y serenarse con la frase “Ah, era sólo un
sueño!”. En estos casos no me entristece que haya finalizado, al contrario, me
alegra. De todos modos, si bien puede parecer que prefiero no tener estos
sueños, en verdad también me gustan. Por lo general me sirve para vivir esas
situaciones que no quiero vivir o encontrarme en esos lugares donde no quiero
estar. Me sirven para tener una idea de cómo son aquellas experiencias, aunque esa idea no sea muy cercana a la realidad.
Además de todas las características que ya mencioné, el
psicoanálisis le brinda un plus a los sueños. Uno puede analizar un sueño que
recuerde. Eso le permite jugar un poco con ese recuerdo y sentir que todo
aquello que uno vivió mientras dormía no fue en vano. Por el contrario, uno le
encuentra una utilidad al sueño. Se usa al mismo como si fuera un mensaje de la
inconsciencia a la consciencia. Es posible descubrir pensamientos ocultos
dentro de nuestra propia mente. De este modo, nuevamente uno suele agradecerle
al sueño.
De todas formas, yo hace ya un tiempo que prefiero no
analizar mis sueños. En su momento solía anotarlos a penas despertaba, pero es
una práctica que dejé atrás. Prefiero olvidarlos y quizás en alguna situación
recordar alguna parte más o menos significativa. Esta decisión me permitió vivir
a los sueños de otra forma. Al despertar, siempre me acuerdo del sueño o los
sueños que tuve, y siempre siento el vacío profundo; siempre hago una recorrida
por el recuerdo, y luego me levanto dejándolo atrás. Tal vez la razón por la
que elijo hacer esto sea que prefiero que el sueño quede como algo que sucedió
porque sí, y no algo que sucedió con algún fin o utilidad “real”. Prefiero que
el sueño sea un buen recuerdo, y no un material científico para ser posteriormente
analizado.
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